miércoles, 7 de mayo de 2008

Solo un mal día...

Aquella noche terminé, como tantas otras, desolado. Caminaba entre la invisibilidad de la madrugada. La calle vacía, yo solo en medio de la gran selva de cemento. Sólo deseaba desaparecer de ese mundo perturbante que, en ese momento, me invadía e impacientaba a la vez. Durante ese día, había sentido una eterna soledad desde que desperté. En ningún lugar hallaba compañía, un oído, o al menos, alguien que me venga a pedir alguna moneda para un objeto insano. No sentía a ninguno de ellos. Ellos, los demás, persiguen su objetivo durante el día tan linealmente que ya no se miran entre sí y, hasta es más, ya no se miran a si mismos. Yo, tan igual a ellos, me hallaba perdido, como un niño que perdió a sus padres en una salida y, desesperado, intenta encontrarlos para hallar su identidad. Tan perdido estaba que, además de no poder saber quién era,me hallaba perdido, como un niño que perdió a sus padres en una salida y desesperado, intenta encontrarlos para hallar su identidad. Tan perdido estaba que, además de no poder saber quién era, ni en qué época estaba viviendo, había perdido mi objetivo mientras caminaba. Me hallé en un lugar desconocido, en una calle cerrada y ahí mismo, mientras caminaba cabizbajo, frené al ver un bulto delante de mí. Tan raro era que, alcé la mirada mientras recorría su figura; lo creí un detective, y cuando intenté verlo a los ojos, noté que no tenía cabeza y el interior del tapado estaba vacío. Gran susto fue para mí. Pero no sentí rarezas en él. Él, al igual que los demás, se había perdido a sí mismo. Le desee buen viaje y seguí mi camino, que hacia aun no sé, se dirige.


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